sábado, 23 de junio de 2007

4. Mal de desamores

Los baños de Buda. Albercas de aguas templadas rodeadas de esculturas estilo griego. Gemelas, dos grandes tinas de aguas minerales, una de 35º y otra de 40º. Pero antes, una entrada magnífica, bóvedas pintadas con motivos lagrimales turquesa y dorado, ¿o eran flores garigoleadas?. Una mujer en bata de algodón nos asigna un vestidor y nos da la llave. Para ir hacia las tinas, hay que cruzar por la zona de las cabinas de masaje, separadas por biombos de madera y cortinas de algodón blanco. Antes de las regaderas, una báscula. Y en el segundo nivel, una piscina al aire libre rodeada de ninfas, donde chapucea una señora mayor que lleva una gorra de baño de plástico rosa con relieves floreados, de esos modelos de señora con gorra de baño que aún se pueden encontrar en el deportivo israelita de México. El salvavidas es maravilloso, fortachón sin vitaminas sintéticas, su cuerpo musculoso es anterior a la era del gym, para mantenerlo engancha sus pies en una camilla y hace abdominales. Junto a las tinas de aguas termales, hay una tina pequeña con escalera que está a -8º, siento que se forman hielitos alrededor de mi piel, hasta que un señor con una panza bastante pronunciada, nos enseña la técnica. Entrar, no por la escalera sino sujetándose de la barra. Él entra, salta y su panza rebota, grita y para salir se impulsa de nuevo con la barra. A cada quien su turno de gritar y de sentir el cuerpo helado. Por suerte, la población budapestina sigue disfrutando de la tradición de los baños, de esas curas decimonónicas que aparecen en la literatura. La familia se prepara para el viaje, hace las valijas sin saber cuántas semanas les tomará curar a su hija del mal de amores, Kitty en Tolstoi y tantas otras heroínas se sumergen en las aguas milagrosas para olvidarlo, a él, el culpable de sus penas. Quisiera jugar a ser ellas, como cuando de niña fui princesa en el hotel Mocambo en Veracruz, e imaginé a la corte esperar pacientemente a que la princesa Miriam tomara el baño en las albercas. Voy a sumergirme, en las aguas de Buda, contra la falta de pasión, de principe a olvidar. Quizás me curen del mal de desamores.